Estoy un poco vago al principio de temporada. El trabajo se me acumula: demandas, asesoramiento, charlas… uno que se va haciendo importante. Además, he regresado con 7 kilos menos de mis “vacaciones” y con muchas ganas de escaparme a algún lugar donde reine la paz y no existan los teléfonos móviles.

Lo bueno de la sociedad, y de la tecnología en particular, es que te enteras de todo lo que pasa en el mundo. Hoy me he despertado con esta noticia:

La Policía del cantón Berna confirmó este lunes a Efe que se han concluido las investigaciones relacionadas con los restos de Álvaro Bultó, pero que la Fiscalía cantonal continúa las pesquisas sobre las causas del accidente y, concretamente, el motivo por el que no se abrió su paracaídas.

“Se está investigando la caída y la razón por la que no se abrió el paracaídas”, indicó el portavoz de la policía, Andreas Hofmann. De esta manera se buscará determinar si se trató de un fallo técnico del equipo o no.”

Reitero que estoy vago, así que simplemente voy a lanzar una serie de advertencias y reflexiones en voz alta, por si alguien quiere escuchar, cuestión complicada en los tiempos que corren. Retomo la última frase: se buscará determinar si se trató de un fallo técnico del equipo o no.

Cuando, en cualquier ámbito, nos encontramos ante un accidente con resultado de muerte, es lógico que se abran una serie de diligencias tendentes a esclarecer los motivos del fallecimiento de la/s víctima/s. Se investiga todo: las causas de la muerte, los posibles defectos del material, las implicaciones de terceras personas, etc.

Esto ocurre en todo tipo de situaciones, pero no podemos olvidar que también ocurre en el orbe deportivo. Como ya sabemos, la práctica deportiva está considerada una actividad de riesgo que se realiza de forma voluntaria, de ahí que haya que tratarla de modo especial.

Sirva esta reflexión para lo que viene de cara a la nueva temporada. La investigación sobre un accidente deportivo tiene diversas ramificaciones: el equipo, los guías, los compañeros, la propia actuación de la víctima.

El accidente de Álvaro Bultó es buena prueba de ello: la duda ante un posible fallo del traje de alas hace que la investigación se intensifique.

Traslademos esto a alguno de lo 500 accidentes de montaña en los que ha intervenido el GREIM en lo que va de año. Parece más que probable que alguno de ellos pueda dar lugar a la responsabilidad de una u otra persona, una u otra empresa, uno u otro aparato. Lo que sí está claro y que no nos ofrece ninguna duda es que, junto a la investigación de posibles causas externas del accidente, juega un papel importante la actuación de la víctima.

A nadie se le pone una pistola en la cabeza para que salte desde una montaña en los Alpes y “vuele” a más de 200 kms/h sorteando diversos obstáculos. A nadie se le escapa que este tipo de actividades entrañan un considerable riesgo; de hecho me es difícil imaginar alguna actividad que pueda implicar un riesgo mayor que el que uno asume con el “wingfly”.

La escalada, el barranquismo, el montañismo implican un gran peligro, creo que menor que el deporte del señor Bultó, pero la correspondencia entre unos y otros es que, a pesar de la voluntariedad en la práctica deportiva, siempre vamos a tener que fijarnos y estudiar el comportamiento de todos esos elementos externos, ajenos a la propia voluntad, que pueden haber sido fundamentales en la causación del resultado lesivo.

En este caso parece que todo apunta al traje de alas. Si ha fallado el traje, puede deberse a dos motivos fundamentales: un error humano, o un fallo técnico de construcción.

Obviando la actuación de los “mecánicos” o personal al servicio del deportista (que entendemos y partimos de su profesionalidad), el error en la construcción, diseño o montaje del equipo es trascendente. Ya hemos tratado en otros momentos la responsabilidad por productos defectuosos en los deportes de montaña: la rotura de un clavo por una posible mala fabricación, el desgaste prematuro de un aparato de freno, etc. la cuestión radica en determinar, hasta qué punto un fallo del equipo ha sido la circunstancia desencadenante del accidente. Para ello será necesario analizar muchas cuestiones:

–          El correcto uso del equipo por parte del deportista.

–          La voluntariedad consciente del deportista en el uso del equipo de una forma determinada.

–          El correcto montaje del equipo por parte del deportista o terceras personas.

–          Las posibles modificaciones voluntarias realizadas por el deportista sobre el equipo, contraviniendo las indicaciones de la fábrica.

–          El correcto mantenimiento.

–          La construcción apropiada, el montaje y los materiales empleados por parte del fabricante, que se determinarán a través de un completo informe pericial.

Si nos damos cuenta son muchos los factores que pueden influir en la determinación de la responsabilidad a favor de unos u otros, y no siempre la respuesta es clara, pues en la mayoría de los casos dependerá de complejas y largas investigaciones.

Lo que no podemos obviar es que, en una actividad mayoritariamente voluntaria y consciente, no sólo la mano del deportista puede errar en el accionamiento de la anilla, sino que muchos otros sujetos pueden verse involucrados en el accidente, voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente. Revisemos nuestros equipos, no nos fiemos de los equipos de los demás.

Reflexionemos ante lo que se nos viene encima.