Como si de un “film” satírico violento o una comedia burlesca, incluso semejante al esperpento “Valleinclanesco”, se nos presentan los accidentes en actividades deportivas de riesgo en los últimos tiempos, sobre todo las que tienen que ver con el medio natural.

La obligada disyuntiva jurídica y cinéfila entre buenos y malos, o “extramalísimos” y “superbuenérrimos”, ha llegado a las pantallas de la realidad. Cierto que teníamos bastante con los medios de prensa, con los profesionales acreditados, con los españoles de pito y tarjeta amarilla, hasta que se nos presenta el resto de la opinión pública. No es menos cierto que la opinión que ahora vierto no tiene más de cierto que el resto de ellas, pero ofrece una visión diferente.

Si nos queremos cargar al malo, porque ha sido malo, optaríamos por la solución fácil, que se contrarresta con el beneplácito otorgado al bueno, que siempre es muy bueno, sufre, es un reprimido social (un hombre de raza negra en los campos de algodón, o una pobre chica de amarillo que busca venganza, se me ocurre) y en la mayor parte de las ocasiones está desarmado o no tiene pajolera idea de usar una pistola.

Pero es que detrás de ese cabeza de turco, del protagonista, siempre está la organización criminal, y el bueno, que algo habrá hecho para merecer tanto mal (como decía Barón Rojo en los años ´80). Puede, incluso, que nos encontremos con alguien que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado, pero como dicen las madres ¿para qué te habrás metido a eso?

No excuso las voces que claman al cielo por una regulación estricta en determinadas materias. Imagino que sabréis por donde voy. De hecho creo que en los últimos años he sido uno de los más críticos con ciertas materias poco o mal legisladas en este país, e incluso sujetos que a pesar de vivir del turismo, lo han ido dejando de lado. Pero sí me parece justo otorgar una cierta duda a las diferentes versiones y ofrecer una objetiva, de la indudable pugna entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal.

Una Sentencia de un Juzgado de lo Contencioso Administrativo de Madrid de hace unos meses, venía a sentar precedente con una, sírvame la posibilidad de usar esta expresión, “perogrullada”: no se puede tener a los ciudadanos por incapaces, por seres que van por la vida como espectros inertes que arrastran los pies por la acera y no asumen ni el más mínimo peligro. Todo ello se refería a la reclamación que una señora interpuso frente a un ayuntamiento por haber tropezado con una baldosa que levantaba dos centímetros del nivel del piso. Lógico.

Pues bien. Viendo la “película de la semana” no daba crédito cuando oía que la causa de todo había sido un malentendido.

¿Un malentendido? Tim Robins casi pasa una cadena perpetua por un malentendido… aunque esta no es la cuestión.

Que la prensa señale como causa sine qua non la onomatopeya “ou” frente a “au”, me parece ante todo: sangrante. Cierto que a los españolitos de a pie siempre se nos han dado mal los idiomas, por eso no nos llaman para trabajar en la NASA, pero confundir un “NOW” con un “NO”… algo habrá que exigir al bueno, o a la organización… que para algo están.

Y es que no olvidemos dos cosas fundamentales: cierto que la seguridad jurídica debe ofrecerse al cliente (el bueno), cierto que el cliente espera recibir seguridad jurídica del técnico (el malo), pero no es menos cierto que, también el contratista principal (el feo) tiene que velar por que todo ello se lleve a cabo a en un ámbito de seguridad jurídica y práctica óptima, que para algo es el organizador principal y debe responder (1903 del Código Civil).

Sírvanos este filme para aprender y dar un par de capones a la administración, que nunca sabe nada cuando tienen miedo de su propio bolsillo, pero no confundamos las sanciones y reprobaciones administrativas (ahí viene el Ministerio de Fomento) con la estigmatización del malo de la película, porque a lo mejor el bueno no es tan bueno y el feo quizá lo sea un poco más.

Y no olvidemos una cosa, si entramos en un bar de carretera que abre hasta el amanecer, quizá debamos poner algo por nuestra parte, porque como dice tu abuela: “eso te pasa por meterte donde no te llaman”.

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