Que el surf y la montaña han ido siempre de la mano es algo que a nadie se le escapa. Siempre tengo en mente a aquellos extraordinarios escaladores de los años 90, como Patxi Arocena o Patxi Usobiaga que un día decidieron cambiar el magnesio por la parafina y los desplomes por las olas.

Quizá por el gusto por el equilibrio, por la aventura, por la sensación de libertad que da cabalgar sobre el mar o sobre un desplome de roca, o incluso encima de un glaciar de nieves perpetuas, lo cierto es que ambos deportes siempre han estado hermanados.

Este hermanamiento supone la existencia de semejanzas en otros ámbitos más allá de la práctica puramente deportiva.

La base de estos deportes ha partido siempre del asociacionismo. La creación de clubes y escuelas deportivas, allá por los años 70 y 80, tenían como misión el fortalecimiento del deporte de base, el enriquecimiento del deporte infantil y, sobre todo, el crecimiento de las prácticas deportivas amateurs. De muchos de estos clubes y escuelas han salido grandes escaladores y surfistas profesionales.

Como siempre, el ser humano se corrompe y las normas lo ayudan a corromperse.

Ya en los años 90 la exacerbada necesidad de regulación en materia deportiva supuso el nacimiento de la inseguridad jurídica entre clubes y escuelas deportivas. El desconocimiento de la norma hace surgir la picaresca que se incrementa exponencialmente a partir del S. XXI debido fundamentalmente a un motivo: “El boom deportivo”.

El gran incremento de practicantes en deportes al aire libre hace crecer desmesuradamente el número de clubes y escuelas y con ellos crece también la visión mercantilista de un asunto que pasa de ser asociacionismo para convertirse en Turismo Activo.

El Turismo Activo y el mercantilismo hacen desaparecer la filosofía tradicional de clubes y escuelas deportivas que van muriendo poco a poco en su esencia, parte por el crecimiento de otras redes de comunicación que favorecen la interrelación entre deportistas y, en otra parte, por la enorme oferta de actividades de este tipo.

¿Qué problema se nos plantea? Ya sea por la erosiva figura del dólar en la retina de muchos incautos, ya sea por puro desconocimiento de la norma, miles de clubes y escuelas en toda España desarrollan (sabiéndolo o no) actividades mercantiles puramente dichas.

El turismo activo, fenómeno en el que no se encuentran integradas las asociaciones al carecer (supuestamente) de ánimo de lucro, contiene una exigencias de obligado cumplimiento a las que se suman obligaciones de tipo fiscal, tributario y de seguridad social que los clubes no tienen por qué cumplir.

¿Con qué panorama nos encontramos? Nos damos de bruces con un paisaje desolador: empresas de turismo activo compitiendo en desigualdad con clubes que no tributan en impuesto de sociedades, que no tienen seguros adaptados a las normas de turismo activo, que no siguen una contabilidad estricta, que desarrollan actividades para NO socios y, para más INRI, que no contratan a personal cualificado y, los que usan para impartir sus actividades y cursos no están dados de alta en la Seguridad Social.

Que un club desarrolle actividades sin ánimo de lucro, no quiere decir que no tenga la obligación de dar de alta a sus trabajadores. Que un club tenga ánimo de lucro y actúe como empresa de turismo activo, no le permite desarrollar su actividad de forma “legal” por el hecho de ser una asociación.

A las cosas hay que llamarlas por su nombre y los problemas a los que nos enfrentamos son múltiples y, entre otros muchos, algunos pueden venir de la Administración.

No es la primera vez que a algún Ayuntamiento Mallorquín se le ocurre sacar una Tasa Pública por el uso / cesión de una parte de su territorio para la explotación por empresas de turismo activo o de grupos de escaladores. Del todo punto lógico: si yo me lucro con el uso de un bien público, tendré que abonar una cuota por su ocupación o disfrute.

El problema es que este problema que ya vivíamos en la montaña se traslada a su hermano, el SURF.

Recientemente leíamos en la prensa una noticia relativa al cobro por el uso/cesión de las playas por parte de las escuelas de surf.

Se ha creado una enorme polémica en este sector por culpa de este TASAZO que, a simple vista pudiera no tener mucho sentido. A la vista de lo analizado hasta ahora, quizá alguno ya se haya parado a pensar en el “porqué “ de la tasa y su justificación.

Que cobren por usar un trozo de playa a una escuela / club que lo único que hace es desarrollar una labor de promoción deportiva y fomentar el deporte de base no está mal, está fatal. La duda que se nos plantea es la siguiente ¿Cuántas escuelas de surf o clubes de montaña, por seguir con el ejemplo, son realmente asociaciones sin ánimo de lucro? ¿Cuántas escuelas de surf repercuten sus ingresos en el deporte de base y no obtienen beneficios? ¿Cuántas asociaciones de este tipo reparten beneficios y desarrollan actividades de turismo activo sin cumplir con sus obligaciones fiscales o de Seguridad Social?

Partiendo de que estoy totalmente en contra de que se cobren tasas o cánones de este tipo a los clubes y escuelas que fomentan el deporte de base, deberíamos preguntarnos cuantas de éstas realmente lo hacen.

Lo ideal sería que de la Administración surgiera la iniciativa de auditar uno por uno a estos clubes y escuelas antes de aplicar un canon por el uso de un bien público, pero no es menos cierto que el problema en ese caso vendría por otro lado ¿Quién está libre de pecado y no ha incurrido en ningún incumplimiento que pueda suponer una irregularidad fiscal, de seguridad social o administrativa?

El estudio de todos los requisitos legales que diferencia a un club de una entidad mercantil son muchos, y las condiciones para que en caso de siniestro no se nos exija una responsabilidad civil hay que tenerlas muy en cuenta a lo hora de decantarse por una u otra forma jurídica.

Quizá el problema no venga sólo del canon, sino que puede estar mucho más en el fondo del asunto y debamos replantearnos nuevamente el sistema desde su base.

Estamos de acuerdo en que la solución al «intrusismo» no es la aplicación de un canon o una tasa, eso no soluciona nada y hace pagar a justos por pecadores, pero lo que es claro es que alguna solución ha de haber y tiene que ir en favor de  los que menos culpa tienen, los deportistas.

Alejandro López

Abogado

www.campoiv.es

 

 

 

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